Por Raúl Romero Auad
Siempre habló de la muerte, aunque hablaba de la vida. Supo que su vida era eso que ya no podía dejar de ser y de hacer: poesía. Se dejó arrastrar nomás por el torrente que le tocó vivir, aferrado a un lápiz y a cualquier pedazo de papel:
¿Acaso
algún día
podré ordenar tantos
papeles
–recibos
de servicios
confundidos
con poesía?
El desorden
De la muerte
Es eso.
Murió en un hospital al medio día del lunes rodeado de sus familiares y, sus amigos, unos cuantos en Tarija, no lo supieron hasta la tarde.
Dijo un día:
Mi vida
Se va
Hundiendo
En las profundidades
Del pulgar
Y
el índice.
Cárcavas
De soledad
Y
De olvido.
Pero sabemos que acaba de despertar su alma y que estará muy viva por un buen tiempo entre nosotros, tal vez más allá de nosotros.
El 9 de abril de 2007, al medio día se quedó apacible en aquel lecho de soledad, pero no de olvido. Es una pena que no pueda ver florecer su alma a través de su poesía y de su muerte.
Aseguro que la congregación de las letras, las antologías, la búsqueda de versos iluminados que no conocimos, los artículos, las anécdotas y todo lo que puede hacer surgir a los vivos por tu muerte, no te dejarán en paz, y eso no está tan mal, Roberto Echazú, poeta querido.
lunes, 23 de abril de 2007
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