martes, 20 de noviembre de 2007

El latido


Bruno Acrata

Caían las hojas meciéndose en el aire y se posaban perfectas en la tierra húmeda de la orilla del río.
En medio de la arboleda parecido a una sombra humedecida caminaba sediento Pedrosky. ¿Por qué estaba ahí? Es lo que menos sabía.
Después de varios días de caminar bajo el sol amarillo, se encontraba envuelto por un aire que acariciaba su piel y por una brisa que se enroscaba en sus vellos.
“En este valle hermoso, tiene que haber agua”, y se metió en la umbra vegetal.
Las frondas movedizas sobre su cabeza desentrañaban el ruido que tiene el silencio.
Se detuvo un instante y escuchó, en un lugar incierto, el insistente, salpicado himno que canta el agua.
¿La hora?
No lo sé.
Caía la tarde arrastrando un manto negro.
Siguió su latido.
Las aguas claras empezaban a destellar los afilados dientes de la luna.

30 oct. 2007

Me basta



Bruno Acrata

Me basta con que el sol aparezca por el horizonte una vez al día y que la hierba simple crezca sin ruido y se crispe al contacto con la brisa, que las aves se posen en una diminuta rama, en un tejado o donde mejor les plazca y no tengan disyuntivas con el aire, que lo disfruten volando a favor. Me basta despertar sin necesidad de nada más que abrir los párpados y dejar entrar la luz a mi alma con sólo eso. Me basta el agua que corre por el mundo ofreciéndose a manos llenas. Me basta mi cuerpo para trasladarme. Caminar es suficiente, sin apuro, sin búsqueda, mirando el mundo y el cielo y, en la noche, me basta con la maravilla de descubrir el universo brillando en la oscuridad y contemplar las formas de su luz y los dibujos de las estrellas, imaginar miles de millones de mundos.
Me bastan las leyes naturales y sólo poder volar, como buen humano, en mis sueños. Me basta la vida.


Abril 2005