martes, 26 de diciembre de 2006

Navidad, Dios y otros versos

NAVIDAD, s. Día apartado para consagrarlo a la glotonería, a la bebida, la sensiblería, la recepción de regalos, la estupidez en público, y quedarse en casa.

Ambrose Bierce, Diccionario del diablo, La nave de los locos, México 1977

En el centro puntual de la maraña
Dios, la araña
Alejandra Pizarnik, Obras completas, 1994.


Los Papalagi (los hombres blancos)

(…) El blanco se llama a sí mismo cristiano. Una palabra como una bella melodía. Un cristiano. ¡Oh, si pudiéramos llamarnos eso siempre! Ser cristianos significa amar a Dios y a tu hermano, y solamente entonces amarte a ti mismo. Amar, hacer lo que es correcto, debe ser parte nosotros como nuestra sangre, nuestra cabeza o nuestras manos. Los Papalagi llevan las palabras “Dios”, “amor” y “cristiandad” solamente en sus labios. Las ponen sobre sus lenguas y las hacen retumbar. Pero sus corazones y su amor no se inclinan ante Dios, sino ante objetos y ante máquinas. No están llenos de luz, sino de un deseo glotón por el tiempo y la insensatez de sus profesiones. Están diez veces más ansiosos por visitar los locales de pseudovida que por emprender la búsqueda de Dios, que está lejos, muy lejos.

Discurso de TUIAVII de TIAVEA – Jefe Samoano a su gente, 1929.



Canto 48

Ya he dicho que el alma no vale más que el cuerpo,
Y he dicho que el cuerpo no vale más que el alma,
Y que nada, ni Dios, es más grande para uno que uno mismo,
Que aquel que camina sin amor una legua siquiera, camina
Amortajado hacia su propio funeral,
Que tú o yo, sin tener un centavo, podemos adquirir lo mejor de este mundo,
Que el mirar de unos ojos o el guisante en su vaina confunden el saber que los tiempos alcanzan,
Que no hay oficios ni profesión tan bajos que el joven que el joven que los diga pueda ser un héroe,
Que el objeto más frágil puede servir de eje a todo el universo,
Y digo al hombre o mujer que me escucha:
“Que se eleve tu alma tranquila y sosegada ante un millón de mundos.”
Y digo a la humanidad
”No te inquietes por Dios;
Porque yo, que todo lo interrogo, no dirijo mis preguntas a Dios.”
(No hay palabras capaces de expresar mi postura tranquila ante Dios y la muerte.)
Escucho y veo a Dios en cada cosa, pero no le comprendo ni entiendo
que no hay nada en el mundo que supere a mi yo.
Por qué he desear ver a Dios mejor de lo que ahora le veo?
Veo algo de Dios cada una de las horas del día, y en cada minuto que contiene esas horas,
En el rostro de hombres y mujeres, en mi rostro que refleja el espejo, veo a Dios,
Encuentro cartas de Dios por las calles, todas ellas firmadas con su nombre,
Y las dejo en su sitio, pues sé que donde vaya
Llegarán otras cartas con igual prontitud.

Walt Whitman, Canto a mí mismo, 1999.



(…) Cuando Dios guarda todo en sus manos, no hay disputas y no hay necesidad. ¡Ahora los ingeniosos Papalagi quieren hacernos creer que nada pertenece a Dios! ¡Cualquier cosa que podáis agarrar con vuestras manos os pertenece! Pero cerremos nuestras orejas a tal charla sin sentido y aferrémonos al sentido común: todo pertenece a Dios.

Discurso de TUIAVII de TIAVEA – Jefe Samoano a su gente, 1929.

I
(...)

Somos nosotros parte de todo
y giran en nosotros partes
infinitamente pequeñas del cosmos
pues cada átomo mío es átomo del universo.



VI

(...)
Perplejo el hombre frente a la nada.
Todo y nada dejan de tener sentido:
Tenemos hambre.

El hombre
Complejo ser bajo las estrellas.

–Se agita en el día
al medio día busca la muerte
vive en la noche
escapando del día.


Raúl Romero Auad, poema del ser, fragmentos extractados de “en las delicias de campo esmeralda”, 2005.


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