lunes, 11 de octubre de 2010

Gongs (sobre "En las delicias de Campo Esmeralda"), de Marcos Sainz. Creador.


Gong 1

Autodidacta es la guagua que aprende a respirar de la madre, impulso vital, naturaleza. En el libro En las delicias de campo esmeralda los actos poéticos se comparten con el lector activo que Cortázar imaginó inventar; lector que, corte a corte, reconstruye y pule esos actos poéticos a la luz de las esmeraldas: el recorrido urbano que va quedando en su imaginación, y en su piel; no es otra cosa que actitud y decisión. Un libro para leerse “en el baño, en el bus...” o en cualquier parada sin prejuicios, sólo de ésta manera tomará, asimilará ese lector el zumo que resulta cuando se mezclan tales ingredientes: la “bohemia” retratada y la intensiti campante (“se puede prohibir el agua pero no la sed”), la lectura rumiada casi al paso chasqui de los años. Porque podemos renegar de este libro al ver que se repiten elementos fundamentales de la reflexión que la academia inculcó a golpes de piedra sobre cincel en la segunda mitad del siglo XX, si es que no entendemos que la propuesta no es sólo la ¡Oh literatura! con su ¡Oh la estructura! sino además la mera vivencia intensa que decide parar y reflexionar, COMPARTIR, comulgar, hacer comunidad, o lo que es lo mismo, cultivarse: hacer nuestro propio martillo, aceptar nuestro autodidactismo congénito, nuestra sutil y avasalladora naturaleza humana, curiosa y arriesgada “...parece muchísimo más importante la intensidad que tenga la vida”, como dice “el chapaco” en la página 43 con el título de la sustancia.

Gong 1-1
Me consta que son delicias que se sazonan con la sustancia elemental del tiempo y el recorrido, espacios de toda índole en el giroscopio indescifrable de la ciudad agazapada. En total oposición con el manifiesto Non serviam (Papá Huidobro disculpa por las barbaridades que a veces decimos, pero es que como dicen que dice que Nietzsche decía aquel que no se contradice al menos cuatro veces por día es un imbécil) En las delicias de campo esmeralda entrega una apuesta lúcida y retrógrada a la naturaleza declarando: naturaleza: “no dejes que no seamos tuyos”.

Iniciático

Por ahí tenía Bukowski razón
y sólo era cosa de tener
“una buena maquinita
con cerebro suertudo adentro”
y que es cuestión de darle
de golpear las teclas...
ella hace el resto.

Mas, si esa naturaleza es la que fluye en éste libro ¿porqué tiene tantos meses de irse armando y rearmando?, ¿reescribiendo siendo releído, comentado, saboreado? es como en la preparación de un plato hartamente vorazmente preparado primero en la cabeza desde sus más ínfimos detalles, la idea, pareciera, es tener todo, fritamente calculado, o lo que se desee, preparado pensando en el efecto que tendrá en los finos paladares a los que se dedica a citar, a visitar, parafrasear, reconocer como amigos o enemigos o en fin, esfuerzo tenaz de la ensoñación, en éste caso está invertido como variable de primera importancia en esos efectos vitales energéticos, poéticos que pueda lograr su lectura, en tanto que al mismo tiempo uno que lo lee se dice: ¡Qué cantidad de lugares comunes hermanitoy! y sin embargo al saber que al autor esto le importa un comino, por que lo dice, esa testarudez, se impone por fuerza de repetición, qué falta nos hace recordar esos lugares comunes.

Gong (solo)

Lo lindo de estos textos es que son transparentes, auténticos y se ve en ellos al hombre, al hombre que los ha recolectado uno a uno más o menos como Arturo Borda quería en el tomo uno de su libro en el cuento: El soplo augur, la idea es tomar del entorno el summum, la esencia vital regeneradora, creadora, hecho que se logra cuando nos damos cuenta de que estamos sonriendo o despreciando o recordando a partir de la lectura de éstas páginas. Hay una emoción, a la que se apela, emoción que claro no podrá ser efectiva si no está de nuestro lado la madre naturaleza, hecho que sin duda no ignoraba nuestro viejo y amado Huidobro, quien la llama “viejecita encantadora”; se refiere a ese momento suyo en el que los pontífices de las artes estaban anquilosados y herméticos en su amor formal al arte y no a su generación, es decir aquellos que aman la reproducción ciega y mecánica de lo circundante, ya sean los hechos sociales o la manera eterna de escribir libros sin generar en el lector más ganas de vivir, más hambre.

Marcos Sainz, LP, 2005

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